miércoles, 31 de enero de 2007

Come back home

Hoy me siento pensador. Estoy a punto de cerrar otro episodio de mi vida, y en cada una de estas ocasiones me da por reflexionar e intentar concluir alguna moraleja. Es por ello que voy a soltar una cantidad de pensamientos que a más de uno le puede sonar a ladrillazo... Estáis advertidos.

Hace dos años se me presentó la ocasión de dar un giro a mi vida. Hasta entonces tenía todo mi futuro más o menos asegurado. Tenía trabajo fijo, sueldo decente, casa y coche. Aunque en el plano sentimental sufrí un duro revés, tampoco puedo decir que me sentía desgraciado. Podía decirse que tenía la vida resuelta, como es tópico afirmar en estos casos.

Sin embargo no era feliz. Había cumplido lo que para muchos es un gran objetivo, pero yo no sabía disfrutarlo. Y allá por esos momentos se me presentó la ocasión de venir a Toledo a cambiar completamente de aires. Eso significaba dejar el trabajo fijo y alejarme de muchas buenas amistades.

En ese momento me paré a reflexionar -tal y como hago ahora- y concluí que lo que estaba minando mi moral era la rutina. No podía soportar la idea de envejecer viviendo de la misma manera. Necesitaba un cambio, y mi marcha a Toledo podía ser la solución. Sin embargo tenía miedo, ya que era la mayor osadía que había realizado hasta entonces. No sabía qué me podía esperar más adelante, y si iba a ganar con el cambio o me iba a arrepentir para siempre.

Y aterricé en Toledo.

El comienzo fue muy duro. Venía de un lugar donde tenía un círculo de amistades con el que no era fácil aburrirse. Todas las semanas había planeadas actividades de todo tipo, y siempre había alguien con quien quedar o algo que realizar. Y eso desapareció de un día a otro. Los primeros meses no tenía otro entretenimiento más que el propio trabajo Y las tardes eran largas, muy largas...

Los compañeros de piso en esa primera etapa eran muy buena gente, pero cada cual tenía su vida y tampoco había mucho que poder hacer. Y yo, acostumbrado a un ambiente radicalmente diferente, caí en una depresión. Bueno... no sé si fue exactamente una depresión, pero ha sido lo que más se ha parecido en toda mi vida.

La cosa cambió cuando pude mudarme con alguien que vivía en otra zona de Toledo. Me refiero a mi eterno archienemigo. Ya había vivido con él otros años, nos conocíamos, y al fin pude empezar a disfrutar de mi nueva etapa. Fue como recuperar un trozo de aquello que añoraba al venir a Toledo y, aunque la ciudad no era la misma, me ayudó a salir del agujero en el que me metí, algo que nunca podré agradecerle lo suficiente... aunque tampoco se lo he agradecido en ninguna cantidad. Los enemigos somos así.

En el piso también habitaba un chiquilla rubia, acompañada de su perro coprofílico y bobo. Yo no había vivido antes con una chica, pero el experimento fue muy positivo. A pesar del esfuerzo de autocontrol de costumbres hogareñas poco afines al sexo opuesto -que nunca viene mal controlar- la chiquilla ha sido una compañera estupenda. Son para recordar las discusiones para arreglar el planeta, entre otras cosas, o la mina de burlas desde mi punto de vista al ver cómo ella y el otro profundizaban en el mundo cultureta. El perro, aunque tonto y comemierdas, era gracioso.

Hay leyendas que hablan de un cuarto habitante en el piso, pero eso permanece dentro del género de leyendas urbanas. Aunque muchas veces un fuerte olor a tocino rancio sembraba la duda entre nosotros.

Más allá del piso, he conocido a muchas otras personas que han hecho mi paso por Toledo una experiencia enriquecedora. Vivir en Toledo, como ciudad para vivir y no para hacer turismo, también me ha mostrado unos valores que procuraré no olvidar nunca.

Y ahora, de nuevo, se me ha ofrecido la oportunidad de volver a cambiar de aires. Como en cierta película de culto freak, siento que el círculo de mi estancia en Toledo se ha completado. Creo que aquí, en la situación actual, ya he llegado a donde podía llegar, y antes de que la rutina me atrape, he decidido ser más rápido que ella.

Posiblemente en este nuevo cambio he ganado en valor para lanzarme a la aventura sin tener tanto miedo. Ahora no miro tanto hacia atrás para recordar lo que he perdido, sino que me arrastra más la curiosidad de lo que está por venir. Creo que soy más positivo en la esperanza de que el cambio sea para bien, aunque ahora más que la primera vez aparecen sombras en el horizonte que pueden amenazar tormenta. Sin embargo, me encuentro con fuerzas para intentarlo. ¿Dónde?... de vuelta a casa.

Eso sí, hay una moraleja que estoy sacando de todo esto: Se puede disfrutar más del camino que recorres que alcanzando algún fin. En mi caso, el fin esta cada vez más desdibujado, y voy paso a paso construyendo un camino que me resulte interesante. No es un camino errante, porque soy consciente de lo que hago y por qué lo hago.

Que pase lo que tenga que pasar.

martes, 16 de enero de 2007

Yo, informático

Aprovechando un correo que me ha mandado mi eterno archienemigo, voy a poner un par de vídeos de esos que explican gráficamente la grácil vida -y llena de suspense- de esa especie rara llamada informático. Seguro que no son los últimos vídeos que cuelgo con esta temática.

En primer lugar, para entender en toda su plenitud al especimen informático, debemos conocer un poco más su hábitat natural: En el curro, se da por sentado que todo tiene que estar hecho para ayer. Esto provoca simpáticas situaciones en las que, por ejemplo, el especimen renuncia a volver a su nido a descansar o, simplemente, convierte su lugar de trabajo en su nuevo nido. De hecho, el trabajo siempre se estima que durará un 50% menos de lo que ya de por sí sería una duración optimizada al recurso/hora. A esto se le viene denominando el teorema de esto ya casi está documentado y no se tarda nada en hacerlo. Entiéndase recurso como cacho de informático (a veces uno entero, a veces uno y medio y a veces cero coma setenta y cinco porción de carne programadora). Pues bien, si el trabajo consiste en 8-9 horas diarias y el trabajo a realizar consume... digamos... 800 horas, un informático tardará 400 horas (50% de 800) en realizarlo. Por supuesto, se da por sentado que el informático no sale a tomar café, y está las 8-9 horas pegado al monitor sin distraerse con los recursos que conviven a su alrededor.

Los informáticos, como los chicles, si se duplican o triplican en un mismo momento, duplican o triplican la intensidad de trabajo. Por ello, y siguiendo el ejemplo, si un informático tarda 400 horas, dos tardarán 200, cuatro tardarán 100... y 400 informáticos lo harán en una hora. Los tiempos de adaptación, la organización del equipo y sincronismo son tan matemáticos que el mismísimo Platón hallaría aquí una muestra de que su mundo de los conceptos perfectos existe.

Es un hecho, pues, que un número infinito de informáticos crearían todo lo informáticamente creable en un instante de tiempo cercano a cero. Es un campo de estudio, el de los números grandes, que invita a la imaginación...

Pero, ¿qué pasaría si esta enorme capacidad de trabajo se enfocara a otros sectores? ¿Por qué no, por ejemplo, al mundo de la ingeniería aeronáutca? Pues, siendo imaginativos, pasaría algo como ésto (robado de Javi Moya):

Por cierto, es un anuncio REAL de una consultora tecnológica, que se vanagloria de tener a sus informáticos trabajando para su cliente mientras éste usa lo que los primeros están haciendo. Algo asombroso... es como que te operen del corazón mientras los cirujanos estudian cardiología; o volar en un avión a medio construir [...]

Otra faceta del informáticus comunis es su innata condición de cabeza de turco para todo. Muchos opinan que los informáticos existen en las empresas para desahogar la rabia de directivos y otros departamentos ante problemas de origen desconocido o difícil solución. Hace poco se elaboró un estudio que sacó a la luz el hecho de que es más barato y conveniente para las empresas tener a un grupo de informáticos en nómina que tener que pagar una pelotita antiestrés al resto de plantilla... e infinitamente más barato que llevar a los jefes de putas. Sin embargo, el efecto que se consigue es el mismo.

Cuando la red no va y te ha jodido el sudoku, la culpa es del informático. Cuando no sabes usar el programa que te han hecho a medida, la culpa es del informático. Cuando se acaba el agua del dispensador, al informático... De hecho, un informático se convierte, automáticamente, en una sucursal de reclamaciones de Microsoft, Oracle, IBM y otras cuantas empresas que jamás han oido hablar de ti. Y es que, si falla el ordenador, la culpa es del informático. De igual modo, si no llueve la culpa es del hombre del tiempo y si no puedes parar de cagar la culpa es de José Coronado.

Veamos un día cualquiera en el que los astros confluyen y algún aparato de la red se rompe (robado sin ningún escrupulo de una enlace de mi archienemigo, que a su vez lo robó de The Smoke Sellers):

Penoso y cruel, el informático ve cómo el mundo no le comprende... que nadie se apiada de su desdichado destino. El mundo real lo odia, por eso se recluye en el virtual. Nadie quiere al informático, pero alguien tiene que hacer el trabajo sucio. El informático es el trapo donde sonarse, y donde limpiarse el culo cuando ves que te puede salpicar algo de mierda. El informático es maleable, soporta todo lo que le echen y no se queja. Al menos, no lo hace en entornos reales, porque en foros y blogs se desahoga... ante otros que están como él y no pueden hacer nada más que asentir.

Así es y así será. Tenemos ganado un cielo superior al divino, suponiendo que ese exista. Llevamos a cuestas los pecados de otros, y no nos importa volver una y otra vez a la cruz del descrédito, ya que nos han enseñado a ser así. Al igual que en otros maltratos, cuando las cosas van bien para nosotros es un premio... ¡Qué triste tener que contentarse con que no suceda nada que te aflija!.

Amén, hermanos.

jueves, 4 de enero de 2007

Encarando el nuevo año

Año nuevo, blog cambiado...

Blogger ha potenciado su servicio -probablemente, porque ve cómo WordPress le come terreno-, y está migrando todos los antiguos blogs a las nuevas características.

Por ver qué tal, he actualizado la plantilla -y el título- de este blog para poder probar lo que trae de nuevo. Aparte de ver cómo me machacaba todos los acentos y eñes, ahora se pueden etiquetar los comentarios, se automatizan más la introducción de elementos como listas, archivados, etc... pero poco más. Aún así, seguiré probando las nuevas posibilidades de los nuevos metatags para la plantilla, a ver hasta dónde puede llegar.

Sin embargo, para Duelo de Bailes la cosa tirará sin cambios, ya que me cargaría la plantilla y estructura que me he currado. Todo lo probaré en este mismo blog, así que no os extrañe ver ovejitas saltando o flores bailarinas con gafas de sol.

Bueno, y como esta entrada está etiquetada como rabadiario, tendré que hablar de cosas mías, ¿no?. Pues qué os voy a contar... Mmm... esta semana no hay nadie en el piso -al menos, nadie que parezca estar mínimamente animado-, así que me dedico a uno de mis mayores placeres: siestas de pijamas y orinal. Lo suelo hacer normalmente -con ese esfuerzo me gané el sobrenombre de chiquillo marqués en el piso, cuando estaba lleno de chiquilloloqueseas-, pero ahora me entrego y le pongo todo mi interés y dedicación al asunto. Se me junta el día con la noche y la noche con el día, como a los gambiteros, pero haciendo todo lo contrario.

Además, tengo que coger fuerzas para lo que se avecina, ya que falta poco para que vuelva a pasar hoja de nuevo en estas cosas que se dan por llamar etapas de la vida. Esta vez quizá se trate de dar dos pasos hacia atrás para coger un buen impulso hacia delante. Al menos, así me lo planteo. Lo que me espera es minino:

  • Dejar el trabajo, volver uno o dos meses a la universidad e incorporación como funcionario fijo en quién sabe qué lugar.
  • Cargar con mi casa nueva, en la que no sé si viviré o no, pero que pagaré con una hipoteca como todo españolito de a pie. A la espera de mi llamamiento, no sé si tendré que seguir de alquiler, vender la casa o terminar viviendo en ella.
  • Sufrir la crisis de los 30 años.
  • Presentarme a toda oposición que se mueva, en busca de mejores retribuciones. El funcionariado ya no es lo que era, al menos en dinero.
  • Cargar con las deudas del coche, que lo tengo a medio pagar.

En resumen: Aunque empiezo el año con vistas a ser un paria y lleno de deudas, ¡joder qué buena salud tengo!. Espero que al menos eso lo conserve...

¿Propósitos para este nuevo año? Sobrevivir, que no es poco. Que la fuerza me acompañe...