Se me hace duro publicar esta entrada justo después de anteriores llenas de abrazos, cariños y esperanza, pero así es la vida: He sido víctima de la violencia doméstica. Doméstica porque ha sucedido en mi piso. No creí que me pudiera pasar a mí, una persona sencilla, humilde, que no ha hecho ningún mal a nadie.
Está visto que le puede tocar a cualquiera, en el momento más inesperado... Sobre todo, cuando tienes la desgracia de codearte con cierta escoria de la sociedad, que dicen llamarse amigos. Jamás debí fiarme de ellos, ya que desde que los conocí me venía inspirando mal karma. Tristemente, mis recelos han tenido absoluto fundamento.
Me refiero concretamente al calvo nazi extranjero y al engendro adorador de muertos musicales, que me han tenido engañado durante años, pero que su mala sangre al fin ha aflorado, cebándose a costa de mi santa inocencia y confianza.
Me han destruido la habitación del piso. Al llegar hoy de mis doce duras horas de jornada laboral la habitación ofrecía, usando el argot periodístico, un panorama dantesco. Cajones vaciados, basura por el suelo, papel higiénico en las lámparas, ropa hecha nudos... y un laborioso etcétera han hundido mi ánimo hasta la planta baja del bloque -he de aclarar que vivo en el segundo-.
Tras recuperarme del shock, he recogido lo mínimamente aceptable para poder circular -no sin dificultades- por dentro de la habitación. Y gracias a ello pude alcanzar la cámara, para inmortalizar la imagen de lo que podría ser comparado a las que salen en televisiones y periódicos como efectos devastadores de la naturaleza o, quizá más cercano a la realidad, los destrozos de la kale borroka. También, por si el juez estima oportuno considerarlo como prueba incriminatoria. He aquí la barbarie:
Aunque parezca lo contrario, aquí duerme una persona con sus facultades mentales en orden.
Tras quitar naipes y más cables y bolígrafos de los que aparecen en la imagen, la cama parece más habitable -siempre y cuando saques el paraguas abierto de entre las sábanas-. Pero lo peor es invisible, ya que los muy c******s habían esparcido pan rallado por toda la cama y por la almohada.
El papel higiénico en su uso más creativo, casi divino. La bombilla que falta estaba acostada en mi cama, con una especie de costra pegada -seguramente propiedad del cuerpo infecto de alguna de las dos sabandijas-. La costra, al encender la bombilla a la que iba adosada, levantó un humillo negro bastante interesante. No tan interesante como el hecho de su toxicidad, que se adivinaba por el olor que esparcía. Jamás me imaginé que llegaría a lavar una bombilla con estropajo, pero ahí estuve...
No respetaron ni a mi pobre borriquito, que es una especie declarada en peligro de extinción. Supongo que no les dió tiempo a fabricarle un traje naranja a juego. Un caso más para el tribunal de La Haya.
También quedó lugar para el ocio y la interactividad. Un cúmulo de basuras formando una flecha indicaba un lugar donde había colgada una botella con una pequeña llave dentro. Esa llave abría un candado situdado en el armario de estantes, que liberaba la bolsa-mochila que me llevo para mis viajes y para mis vueltas al pueblo [...] Gracias a que jugué mucho de crío a aventuras conversacionales salí victorioso de semejante prueba de ingenio. Y sin usar el quinqué sobre los matorrales de alguna puerta de una tumba, ni nada de nada.
No cabe duda que se divirtieron. Y así como hacen los criminales que se sienten orgullosos de sus actos, no pudieron evitar dejar su firma. Y además, vacilando... Aunque sus santas madres no tienen la culpa de haber parido a semejantes gilipollas.Sea por H o por B, o por HB, estos sujetos no pueden quedar sin castigo. Han mancillado mi morada, se han burlado de mí y, en resumen, han mostrado una total falta de dignidad y respeto -atacando con nocturnidad y alevosía- que merece una justa satisfacción en la forma y medida que me venga en gana. Por tanto, y para que sirva de declaración de intenciones, proclamo aquí y ahora que estas dos personas serán a partir de ahora el objetivo de mi ira.
Y, finalmente, un mensaje para ellos, que sé que me leerán: Llevo un tiempo como célula durmiente, mostrando el talante que se corresponde a una persona con dos de gentes como yo. Sin embargo, habéis osado despertar a la bestia. Me veo avocado, no sin una visceral satisfacción, a desempolvar esos puñales y otros objetos punzantes que tenía escondidos en el sótano de mi ser -esos que años atrás relucían como la daga Dardo ante vuestra presencia-. Chavales, os váis a cagar ante lo que se os avecina:
¡¡ Askatu orbea txakoli alah al shalam !!












